sábado, 17 de diciembre de 2011

Hasta este momento, de los tres años de residencia médica, si me pidieron escoger un solo momento, aquel que recuerdé más, sería una tarde de miércoles en el R2.


Fue una tarde de Enero. A las 5 de la tarde termina la actividad aquel día teníamos una clase. No recuerdo ya de que. Lo que recuerdo es que aquel era día de examen. Al llegar por la mañana, me dí cuenta que no me había fijado y había agendado una cita abierta (Una cita fuera de horario) a las 5. A lo largo del día intenté comunicarme con la paciente, pero el teléfono no exístía.


A las 5 esperaba que faltara. En caso contrario tendría que decirle que me esperara 2 horas o darle una consulta breve, y no podía ser una consulta breve, porque los pacientes de cita abierta eran los pacientes difíciles. De modo que si llegaba, perdería el examen.


Antes de las 5, la paciente llegó. Era una paciente irregular que solo ví como 5 veces en el año. Aquella consulta fue la penúltima.


Comenzó la consulta. La paciente no tenía para pagar por lo cual la habían exentado de pago. Era una paciente con un trastorno depresivo mayor y dependencia a alcohol. Era una de mis pacientes más pobres. Vivía en la calle, en el centro de la ciudad de México. y sobrevivía trabajando en la noche... en La Merced.


Tenía riesgo suicida. Venía muy mal. No tomaba la fluoxetina.


Al inicio, comencé la consulta con la idea de tomar la media hora y correr al examen. Tras 5 minutos supe que perdería el examen.


Aquella tarde, me contó la historia de vida más triste que he escuchado en toda mi vida. Nunca, en 28 años, jamás, he escuchado el relato de una vida tan dificil. Había sido violentada en todas las formas posibles a lo largo de toda su vida desde los 6 años. Había cursado con decenes de cuadros depresivos e intentos suicidas. Me contó cosas que yo, francamente, ni siquiera hubiera podido imaginar de no ser por su relato.


Estuve dos horas con esa paciente. Me contó cosas que no estaban en el expediente porque nunca se las había contado antes a sus médicos. Tenía también estrés post traumático.


Como médico no puedes hacer juicios de valor. Ni decirle al paciente que hacer. Muchos pacientes esperan eso. Pero los médicos no somos sacerdotes. Al final, aquella paciente me contó cosas que había tenido guardadas por toda su vida. La consulta concluyó con la paciente abordando la culpa que sentía.... por un abuso sexual que sufrió a los 8 años.


Como médico, no le dices al paciente si esta bien o mal. Lo guias de tal forma que sea el quien llegue a su propia conclusión. Tu eres solo una guía. El paciente debe tomar las decisiones y llegar a conclusiones.


Al final me puso en una situación dificil al preguntarme directamente si ella había tenido la culpa. Aunque la inmensa mayoría de las mujeres jovenes consideren absurdo el sentir culpa por ello, ya que es tan obvio que ella no tenía la culpa de nada, es increíble cunatas mujeres de más edad y menor nivel socioeconomico cargan con esto.


Al final, se quito de encima la carga de creer que era culpable de todas las cosas que le habían hecho. Primero a los 8 años. Luego el resto de su vida.


Los últimos minutos lloro como nunca ví llorar a otra paciente. Era como si ese llanto encerrara todo el dolor contenido de las cosas que me había contado. Me dio las gracias. Y me dijo una frase que jamás olvidaré, y que no escribiré aqui. Esa frase, para mí, le dio sentido no solo a haber perdido el examen, sino a todo mi segundo año de residencia.


La ví una vez más, tres semanas después.


Llevaba tres semanas tomando fluoxetina.

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