Este texto está dedicado a la gente de Santa Inés, Landa de Matamoros,
Querétaro y Rincón de Piedra Blanca.
Atardecer en S.I.
En todos los años que han pasado desde que entré a la carrera de medicina, son dos los que recuerdo mas, pero probablemente es uno el más importante de todos. El año de mi servicio social. Porque ese fue el año en el cual llegué siendo un médico pasante de pregrado y salí siendo un médico. Y porque en Santa Inés fue donde aprendí y forje el concepto del médico que quiero y aspiro ser.
Santa Inés se encuentra enclavado en la Sierra Gorda queretana, exactamente en la intersección de querétaro, hidalgo y san luís potosí. De hecho, la montaña frente a Santa Inés era Hidalgo, y al Norte, las montañas que veía eran ya San Luis Potosí.
Debo aceptar que yo no quería hacer mi SS en la sierra. No quería quedarme. Quería saber lo que era el SS en una comunidad rural. Y mi único límite era ese. No quería estar en ninguna sierra. Escogí a ciegas, porque me fui con mi entonces novia. Querétaro parecía una buena opción y los poblados se encontraban en el mismo municipio. Fue al llegar a casa que descubrimos que estaban en la sierra. Y fue el día en que nos presentamos, que supe que Santa Inés estaba a 9 horas de la Ciudad y a una hora y media de Lagunita, donde estaba Ari.
El día que llegué hacía un frío espantoso, el camino estaba cerrado de niebla y es que supe que para llegar a Santa Inés había que subir una hora de terracería y bordear partes en las cuales tenías que orillarte a centímetros de un acantilado de 250 metros para dejar pasar a quien bajaba.
Mi primer noche en la clínica es uno de los momentos en que he sentido más horror en toda mi vida. De un día a otro, me encontraba en el fin del mundo, a horas de ser el único médico en kilometros a la redonda, responsabe de una clínica que tenía a su cargo 1500 personas. El saber eso, eso es terror.
Le agradezco a mi antecesor, Omar, el haberme explicado y ayudado con ese cambio.
En Santa Inés no aprendí medicina. Eso lo aprendí en la carrera. En Santa inés aprendí lecciones de vida. Cosas que jamás habría vivido en otro lugar.
En las primeras semanas, tras la jornada de la mañana, bajaba como a las 7 a Lagunita y pasaba la noche ahí. Regresaba saliendo a las 5 de la mañana. Con el paso de las semanas, aunque teóricamente esas eran horas de descanso, me dí cuenta que no podía hacer eso. Que era irresponsable irme y exponer a una persona que tuviera una urgencia. De modo que dejé de hacerlo. Al principio tenía radio. Dejó de servir. De modo que no tenía radio, ni teléfono, ni internet, ni señal de celular.
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Como médico podía convocar juntas, y la gran mayoría de la gente iba porque el faltar era una causa para salir del programa oportunidades. La primera junta que convoqué fue el primero de los dos únicos regaños colectivos que hice.
En la mañana comencé a notar que llegaban personas con un bebé enfermo, y que cedían su lugar a otras personas. Al abrir la puerta, hacía una especie de triage y pasaba primero a los más enfermos. Usualmente niños. Comencé a notar que la gente se molestaba.
Oli, fue mi enfermera ese año. Oli es una de las personas entrañables en mi vida, una de esas personas que nunca olvidaré y a quien le debo mil veces su ayuda ese año. Le pregunte a Oli porque cedían su lugar y porque la molestia de pasar primero a un niño enfermo.
Ahí supe que algunas personas del programa oportunidades creían tener privilegios especiales como el pasar primero, aún cuando hubiera llegado antes un niño enfermo, y que incluso algunas personas pensaban que solo las personas con oportunidades tenían derecho a recibir atención y que había gente sin oportunidades que no iba a la clínica por eso.
Esa primera junta, les dije a todos los usuarios de oportunidades que la Clínica era de la secretaría de Salud, por lo cual todos tenían derecho a recibir atención. Que mientras yo estuviera ese año atendería a cualquier persona y que no me interesaba si tenía oportunidades o no y mi trato no iba a variar en absoluto por eso. También les dije que pasaría primero a alguién que viniera muy enfermo, aunque alguien hubiera llegado antes, y que si una persona sin oportunidades llegaba primero, pasaría primero. Les dije que sabía que todas las personas presentes tenian oportunidades, pero que les pedía que corrieran la voz y les dijeran a la gente sin oportunidades, que la clínica era para todos y que nadie les iba a negar la atención.
Se que la gente se molestó. Pero con el paso del tiempo la gente te va conociendo. Y sabe que un día cederá su lugar. Pero recuerda el día en que la atendiste primero porque venía muy enferma. Al final de ese año, no tenía ningún problema con nadie.
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El segundo regaño fue peor. Aquel año, tras 10 años de no detectarse nada, me tocó diagnosticar 3 casos de Tb pulmonar. Cada caso te involucra un mes de trabajo, por todo lo que tienes que hacer.
El primer caso fue un señor que entonces no conocía: Don Rito, el hombre más longevo de mis comunidades. Tenía 94 años. Cuando Oli y yo fuimos a notificarle y a mi me tocaba sobre todo convencerlo de tomar el tratamiento supervisado, logicamente fuimos con cubrebocas. Se corrió la voz y tras una semana me enteré que los niños se burlaban de el, que nadie se acerba a su casa y que se le empezaba a negar la entrada a algunos lugares.
Cuando supe eso le dije a Oli que mandara recado de un día a otro: que había junta y que la asistencia era obligatoria porque no iba a perdonar una sola falta.
Lo que le dije a la gente fue que Don Rito era la persona más anciana de la comunidad por lo cual en primer lugar merecía respeto, y que si, estaba enferma, razón por la cual en aquel momento, con más razón necesitaba de la ayuda y la comprensión de su pueblo. Les dije las precauciones elementales. Que el había accedido a tomar el tratamiento (Y asi fue, nunca faltó y cuando me fui llevaba ya 2 BAAR negativos) y que lo estaba pasando era una vergüenza.
Antes de irme, pase a su casa, bajé sin cubrebocas y me despedí dandole la mano.
La gente se enojó en un principio pero lo cierto es que, poco a poco, volvieron a acercarse a el y a tratarlo como antes.
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Es dificil de creer, pero después de un año de ser el único médico de una comunidad, conoces el nombre de todas las personas. Sabes quien es el hijo de quien. Sabes sus antecedentes médicos. Y dominas el funcionamiento de tu clínica como la palma de tu mano.
En Santa Inés aprendí muchisimas cosas. Una de ellas es que el médico siempre es una figura de autoridad y es respetado. Pero también aprendí que hay 2 clases de respeto que puede tener un médico. El primero es el que tiene por el simple hecho de serlo.
Cuando el primer día yo me convertí en el medico del pueblo y el jefe de la clínica, por esa simple razón de un día a otro era una figura de autoridad en Santa Inés.
La otra clase de respeto se adquiere tras varios meses.
Creo que los dos tipos de respeto son importantes. El primero, el médico se lo ganó, y por tanto, merece mantenerlo el resto de su vida, simple y sencillamente por el esfuerzo que le costó ser medíco.
Pero creo que el segundo tipo de respeto al que merefiero es más importante que el primero. Creo que es más dificil de conseguir y mantener. Y a diferencia del primero, no es permanente. Nuestras acciones son las que se encargan de mantenerlo.
Por el resto de su vida, el médico debe trabajar de tal forma que sus acciones le den en primer lugar ese respeto. Y posteriormente le permitan mantenerlo.
Algo que aprendí en Santa inés es que los médicos de este país hicimos un enorme esfuerzo por conseguir nuestro título (Con excepción de aquellos que lo compran, pero eso es otra historia) Pero también tuvimos la suerte de contar con los medios para cursar la carrera. Porque en Santa inés conocí decenas de jovenes, hombres y ujeres, brillantes, que tenían el mismo potencial que cualquiera de nosotros para ser médicos. Y no lo serán porque se fueron a Texas, a trabajar y sobrevivir.
Teoricamente, tu jornada termina a las 3, los sábados a la una y las tardes y el domingo son libres. Teoricamente, al no ser una clínica de urgencias, a donde debe dirigirse la gente es a Jalpán, al hospital del municipio que estaba a dos horas.
En el año en que estuve en Santa Inés, nunca pude negarle una consulta a nadie, en ningún día, fuera entre semana o en fin de semana o festivo, ni en la mañana, tarde, noche o madrugada. Nunca.
La gente se da cuenta de eso. Al principio algunos se molestaban porque creía que solo atendía a ciertas personas. Con el paso del año, la gente supo que jamás hice una distinción en eso y que casi todos, por una u otra razón los había atendido a cualquier hora.
La gente era respetuosa y no iba a menos que fuera algo grave. O a menos que fuera un niño porque yo dije en una junta que si un bebé estaba enfermo les pedía que lo llevaran a la hora que fuera y no esperaran a la mañana.
Al final del año la gente sabía que si algo pasaba, nunca les negaría la atención. Eso te da ese otro tipo de respeto. Una de las armas más importantes que tenemos los médicos es la cortesía. La cortesía desarma a las personas y hace que cualquier situación sea más llevadera.
Eso lo supe en el único conflicto que tuve en el año.
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Era un domingo en la tarde. estaba viendo una película cuando alguien llegó y pateó la puerta de la clínica con tanta fuerza que cimbró los cristales.
Lo primero que pensé es que era urgencia de vida o muerte.
Abrí y me encontre con Porfiria, mi embarazada de más riesgo, ya que tenía 16 años, acompañada de su novio, ebrio, quien antes de decir nada, comenzó a amenzarme y a decirme que o atendía a su esposa o veríamos que pasaba, etc...
Mi clínica no estaba enclavada en el puebo sino en las afueras. Y en ese momento casi no había nadie alrededor.
Lo que hice fue voltear hacia Porfiria y preguntarle como se sentía, no cruce una palabra con su novio, pasé a Porfiria, le negue la entrada al novio y le dije que solo entraba ella y una tía que acaba de llegar.
Venía con amenaza de parto pretérmino por una probable corioamnioitis.
Después de valorarla, salimos y en la explanada le dije a Porfiria y a su familia que ya había llegado, que era un urgencia, que aún estaba a tiempo de que todo se resolviera pero que probablemente necesitara quedarse en Jalpán. Les di la referencia e instrucciones detalladas. En ningún momento voltee a ver a su novio.
Tres días después Porfiria volvió. Afortunadamente no pasó nada. Tocó en la tarde, y apenadísima me ofreció disculpas"a nombre de su esposo". Le dije que ella no tenía nada de que disculparse. Que lo único que me importaba era que no le pasó nada. Y que por ningún motivo quería que por lo que pasó dejara de ir a sus consultas. Lo cual cumplió hasta que su bebé nació.
El novio nunca volvió a acercarse a la clínica.
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Ya en la última junta la gente me hizo una comida y me regaló como una tonelada de comida (En todo ese año yo no gasté un centavo en comida)
Me fuí de Santa Inés un Lunes. Ese Lunes iniciaba el propedéutico en el INPRF. El domingo previo desperté a mediodía y escuché que había cientos de personas afuera.
Ese día me hicieron otra comida, me despedí de Santa Inés, pasé en circulo a despedirme personalmente de cada persona que estaba presente, escuché mil veces "No se nos vaya Doctor" y cosas parecidas.
Dije unas palabras. No recuerdo ni que dije. Solo recuerde que entre otras cosas le di las gracias a Oli.
Aquel día, y las últimas semanas en Santa Inés, cuando ya todos me conocían, son momentos que jamás olvidaré.
Santa Inés me dio mucho más de lo que yo haya podido darle.
Mi jurisdicción me pidió números y les dí números. Para mí, ese Domingo es por lo que se que ese año mi trabajo valió la pena.
Me alegra saber que uno de mis amigos de Santa Inés, Omar, decidió ese año estudiar medicina. Me consta lo que le costó, y actualmente está en el segundo año. Va a ser un gran médico porque es inteligente, pero sobre todo porque tiene vocación.
Conocí a un sinfín de muchachos, hombres y mujeres brillantes. Elvia, una de ellas, me parece que está actualmente también estudiando. Aquel año su familia se negaba. Sin embargo, estimo mucho a su madre y hermana, y se que para este momento deben estar orgullosas.
La gente de Santa Inés me enseñó lo que es la medicina. O por lo menos, forjó mi concepto personal de la medicina.
(Cont...)